
Mirar muy de cerca los cuadros de Alfredo Roldán da lugar a descubrimientos interesantes. La superficie está llena de escofinas y raspaduras, manchas, impactos, graffiti y líneas. Este tratamiento crea una gran cantidad de “mini-manchas”, hasta en áreas pequeñas del mismo color, todas con diferencias diminutas de refacción que, junto con el uso de colores muy diluido, permite variaciones interminables de contrastes, matices y tonalidad.
“Primero hago una mancha neutra de tonos cálidos y próximos al naranja y dibujo con líneas de colores pardos para perfilar un bosquejo inicial con formas generales. En las obras en las que coloco una figura humana, el rostro es la llave que me permite centrar el cuadro. Mas o menos tengo claro de antemano las masas de color que voy a usar; pero estoy abierto a cualquier cambio”.
El grueso de su trabajo está dedicado a la representación de la figura humana. Al hacerlo, simplifica la realidad sin disminuirla. Se acerca a sus objetos de forma sencilla, aplicando sus colores en capas exactas –mostrándonos cómo ve él un vaso, una fruta o una cara– y después las combina de la misma forma que un montador de cine, pega fotograma a fotograma y plano a plano. El conjunto final guarda ese aire barroco propio de todas las obras de arte intensamente vivas.
Uno de los aspectos más característicos de sus personajes es el tratamiento dado a los ojos. “Sin llegar a pintar las niñas de los ojos se puede lograr expresión. Una simple insinuación y el rasgo del arco de las cejas son más que suficiente”.
Usando esta insinuación como punto de partida veremos que su forma de pintar los ojos usa una solución tridimensional, es decir, una solución escultural, para resolver un desafío pictórico. Ojos vacíos, huecos, aberturas vigilantes como almendras maduras, ojos de caverna- Ojos que nos recuerdan a las cuevas mitológicas de la antigüedad griega. Tradicionalmente se asigna a los ojos el papel de “ventanas del alma” capaz de revelar una realidad invisible. En el caso de Alfredo los ojos son enigmáticos y no sabemos si miran hacia fuera, hacia dentro o nos escrutan oblicuamente.